San Pablo (patrono de misioneros y escritores)
San Pablo, conocido como el Apóstol de los Gentiles, es el santo patrón de los misioneros y escritores. Su conversión radical en el camino a Damasco lo llevó a dedicar su vida a predicar el Evangelio, convirtiéndose en uno de los líderes más influyentes del cristianismo primitivo y un prolífico escritor, autor de gran parte del Nuevo Testamento.
San Pablo, el Apóstol de los Gentiles:
Conversión:
Su conversión de perseguidor de cristianos a ferviente seguidor de Jesús es un testimonio de la gracia divina y un ejemplo de transformación radical.
Misionero:
Pablo realizó extensos viajes misioneros por el Mediterráneo, fundando iglesias y difundiendo el mensaje cristiano.
Escritor:
Autor de numerosas cartas (epístolas) que forman parte del Nuevo Testamento, abordando temas teológicos fundamentales para el cristianismo.
Patrono:
Su labor como misionero y escritor lo ha convertido en el santo patrón de estas importantes áreas.
Importancia para los misioneros:
La vida de San Pablo es un ejemplo de entrega total a la misión de difundir la fe, recorriendo grandes distancias y superando obstáculos para llevar el mensaje de Cristo a diferentes pueblos y culturas.
Importancia para los escritores:
Sus escritos, llenos de profundidad teológica y sabiduría práctica, siguen siendo fuente de inspiración y guía para cristianos y estudiosos de la Biblia hasta nuestros días.
En resumen, San Pablo es una figura clave en la historia del cristianismo, cuyo legado como misionero y escritor perdura a través de los siglos, inspirando a muchos a seguir su ejemplo de fe y servicio.
El
contenido
Presenta
una súplica gnóstica distintiva,
diferente de las oraciones canónicas también atribuidas a Pablo. Ha sido considerado
como un escrito Valentiniano.
Al manuscrito le faltan
aproximadamente dos líneas al principio.
El
texto
... tu luz, ¡dame tu piedad! Mi redentor, sálvame, porque soy tuyo: el que ha surgido de ti. ¡Eres mi mente; llévame! ¡Eres mi casa de tesoros; ábrela para mí! ¡Eres mi plenitud; condúceme a ti! Eres mi descanso; dame lo perfecto inalcanzable!
Te invoco, el que eres y que eras, en el nombre sobre todo nombre, por Jesucristo, el Señor de señores, el Rey de los siglos; dame tus dones -no te arrepentirás- a través del Hijo del hombre, el Espíritu, el Paráclito de la verdad. Dame la autoridad cuando te la pida; dame salud para mi cuerpo cuando te la pida por los Evangelistas, y salva mi eterna alma luminosa y mi espíritu. Y el primogénito del Pléroma de la gracia - ¡revélalo a mi mente!
Concédeme lo que ningún ojo de ángel ha visto ni oído de gobernante ha escuchado, y lo que no ha entrado en corazón humano, y que llegó a ser angelical y modelado a imagen del Dios psíquico, cuando fue formado en el principio, pues tengo fe y esperanza. Y pon sobre mí a tu Amado, el Elegido, y la Grandeza bendita, el Primogénito, el Primer existente, y el maravilloso Misterio de tu casa; porque tuyo es el poder y la gloria y la alabanza y la grandeza por siempre. Amén.
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