LA
PURPURA ES LA IGLESIA CATÓLICA
¿Qué simboliza el color
purpura?
El púrpura ha sido durante mucho tiempo sinónimo de rareza y
realeza. En una encuesta realizada en Estados Unidos y Europa, los
participantes asocian el color púrpura con la realeza, la rareza, la piedad, la
magia y el misterio. Combinado con el rosa, el morado también se asocia con la
feminidad.
Púrpura un color magenta oscuro que se encuentra entre el violeta y el carmesí.
Popularmente, se usan como sinónimos nombres como morado, violeta, lila, malva, magenta o cárdeno. Sin embargo, estas
denominaciones tienen diferente etimología, y aunque también son colores
situados entre el rojo y el azul, han desarrollado en general su propio
significado específico.
El color púrpura es un color litúrgico de la Iglesia católica
que simboliza penitencia, preparación espiritual y esperanza. Se usa
en la Cuaresma y el Adviento, y también en la liturgia de difuntos.
Símbolo de fidelidad
El cardenal viste sotana de color rojo púrpura. La púrpura era el color
de los trajes de los patricios romanos, cuyo uso después fue reservado al
emperador. El Papa y los cardenales llevaron el hábito rojo, hasta Pío V que,
siendo dominico, en 1566 decide seguir llevando el hábito blanco de su Orden
después de su elección como Romano Pontífice. Sus sucesores continuaron con
esta costumbre, mientras los cardenales visten de rojo púrpura, y recibían el
capelo cardenalicio, insignia de su dignidad, hoy sustituido por la birreta
roja. El rojo púrpura ha adquirido el valor simbólico de reclamo a la fidelidad
hasta el martirio.
Como oíremos de nuevo en el próximo Consistorio, el color
púrpura o de sangre de la birreta de los cardenales es para significar que
deben estar dispuestos a portarse con fortaleza, hasta el derramamiento de la
sangre, por el incremento de la fe cristiana, por la paz y la tranquilidad del
pueblo de Dios y por la libertad y la difusión de la Santa Iglesia Romana. Sin ir
más lejos, en el siglo pasado varios cardenales han sufrido la cárcel o la
persecución en los países del Este; algunos han caído mártires de la violencia,
como el cardenal Emile Biayenda, arzobispo de Brazzaville (en el Congo
Brazaville), asesinado en 1977; o el cardenal Juan Jesús Posada Ocampo,
arzobispo de Guadalajara (México).
Normalmente hoy son cardenales los obispos de las diócesis
más significativas del mundo. Y asimismo el Colegio cardenalicio cuenta con
numerosos eclesiásticos que han prestado servicio en las instituciones
centrales de la Iglesia (o en la diplomacia de la Santa Sede), o bien que han
sido llamados a trabajar en la Curia romana. Algún otro eclesiástico recibe la
púrpura cardenalicia porque se ha distinguido por méritos particulares, como
por ejemplo ha ocurrido, entre otros, con los teólogos de Lubac, Congar, o
ahora el jesuita padre Avery Dulles.
Hoy los cardenales, esencialmente, o trabajan en la Curia
romana, o están a la cabeza de las diócesis más significativas. Los últimos Papas
han llamado a menudo al servicio de la Curia romana, con cargos de gobierno,
también a cardenales u obispos (después nombrados cardenales) que procedían del
servicio pastoral. Esto se encuadra en el proceso de internacionalización de la
Curia romana. A menudo, el Papa manda a un cardenal como representante suyo,
Enviado o Legado apostólico, para manifestar su presencia o su particular
atención en algunas celebraciones o eventos de especial relieve en la vida de
la comunidad eclesial.
En el último texto legislativo sobre elección del Papa, la
Constitución apostólica Universi Dominici gregis de 1996, Juan Pablo II se
refiere a la tradición secular que hace del Colegio cardenalicio el órgano
electoral de la Iglesia romana, aunque con algunas modificaciones y ajustes.
Al despuntar el tercer milenio, el cardenalato sigue siendo
una institución de gran relieve en la Iglesia católica, destinada a tener una
influencia importante, no sólo en la elección de un nuevo Papa, sino en la
guía, dirección y atención cotidiana de este pueblo que atraviesa la Historia
portando, en vasijas de barro, la Verdad y el sentido de la vida que se hizo
carne hace dos mil años en Belén.
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